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Aceptación

¿Aceptamos cómo son realmente los perros? ¿Aceptamos cómo es el perro con el que convivimos? Dos preguntas tan potentes, que si nos parasemos a contestarlas bajo el paradigma del perro natural, nuestra convivencia cambiaría en ese preciso instante.

Esta aceptación no solo tiene que ver con cubrir las necesidades básicas de los perros, de lo que por suerte ya se está hablando bastante, como alimentación de calidad, paseos de calidad, descansos adecuados, convivencia con nosotros dentro de casa día y noche, comunicación respetuosa, fomentar su autonomía, no castigos (aunque la tele diga lo contrario)… sino también, tiene que ver, con ciertos comportamientos relacionados con el pasado, la predisposición genética, el entorno o la vida que nosotros llevamos.

Como siempre se dice, una cosa es la teoría y otra la práctica. Preguntémonos pues, si esa aceptación hacia los perros con los que convivimos es real, sincera y emocional, o es más bien mental y corporal, solo así, y solo si somos honestos con nosotros mismos, podremos valorar si esa aceptación es plena.

Me explico; puedo decir que no me importa que el perro ladre unas cuantas veces cuando viene una visita, incluso puedo no intervenir ni decirle nada al perro, pero ¿qué es lo que realmente estoy pensando cuando la visita está entrando por la puerta?, ¿estoy saludando tranquilamente a esa visita o estoy pensando en cuando dejará de ladrar?, ¿o quizá estoy pensando en si ese ladrido está molestando a la visita o a algún vecino? Cuando se reboza en algún olor, ¿estoy disfrutando viendo como el perro la goza, o estoy pensado “mierda, me toca limpiarle otra vez cuando llegue a casa”? ¿Y cuándo come algo del suelo?, ¿y qué me dices cuándo tiene un conflicto con otro perro?, ¿y cuándo gruñe porque alguien le está tocando y no desea que le toquen?, ¿y cuándo persigue un conejo?, ¿y cuándo un día tarda un poco más de lo normal en venir yendo suelto?, ¿y cuándo un día le pides algo y no te hace ni puñetero caso?, ¿y…?, ¿y…?, ¿y…?.

Ahora respondámonos con honestidad, ¿nuestra aceptación es plena?

Como decía al principio no solo es cuestión de aceptar que debemos cubrir sus necesidades básicas, sino de profundizar en como son los perros más allá de esas necesidades básicas y aceptarlos. Un perro que haya tenido un pasado muy problemático, quizá no sea capaz de comportarse de forma ejemplar (bajo nuestra visión subjetiva) en ciertas situaciones (aunque eso no quiere decir que no lo esté gestionando bien); un perro que viva con alguien muy nervioso o con horarios laborales muy cambiantes, quizá arrastre niveles de estrés algo elevados mucho tiempo en su vida o un perro que vive en el centro de la ciudad, quizá salga algo tenso al paseo.

Además, los humanos, a través de la selección artificial de los perros, nos hemos dedicado durante los últimos siglos a fomentar ciertos comportamientos instintivos que en su día nos interesaban, y lo seguimos haciendo; el perro que más ladraba, o el que perseguía animales con más intensidad, o el más tenaz metiéndose entre las zarzas y madrigueras, o el más acuático, o el que era capaz de seguir un rastro durante kilómetros… ese era el perro que dejábamos que tuviera descendencia. Y claro, ahora que estamos metiendo a este tipo de perros en ciudades, con espacios delimitados por puertas y vallas, y les estamos poniendo correas, no deseamos que realicen este tipo de comportamientos que hemos arraigado tan fuertemente en ellos. ¿Somos conscientes de esto? ¿Es justo para los perros? Esta predisposición genética, en mayor o menor intensidad, va a estar ahí toda la vida del perro, ¿aceptamos esto?, ¿o cada vez que el perro realiza alguna de estas conductas nos tensamos y perdemos la paciencia?

Suele suceder que no lo aceptamos con sinceridad, y sin darnos cuenta, influimos negativamente en estas situaciones, ya sea sin intervenir pero tensos en nuestro interior o ya sea interviniendo de forma excesiva. De esta manera es como poco a poco vamos convirtiendo un comportamiento natural, que solo necesitaría un trabajo de aceptación por nuestra parte, en un comportamiento problemático, que en muchas ocasiones es aquel que nace de un comportamiento natural pero que se da con más intensidad.

Reconozco que lo he simplificado un poco, y que este trabajo de aceptación no es tan fácil como parece, dado que influyen muchos más factores a parte de nosotros para que un problema aparezca, pero por suerte, disponemos de gran cantidad de herramientas a nuestro alcance para mejorar la convivencia con los perros.

Así que la propuesta que os hago desde aquí, es que nos paremos a responder con sinceridad a las 2 preguntas que nos hacíamos al principio y que respondamos habiendo profundizado un poco más en como es un perro en su estado más natural, o mejor aún, como es el perro con el que convivimos. Creo que estamos preparados y que es la hora de empezar a ir más allá, no quedarnos solo en cubrir sus necesidades básicas, sino de empezar a dejar a los perros ser perros.

Eduardo Cabanillas

Educación Canina Natural

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